Ser «amigos» de nuestros hijos ¿súper idea o gran error?

AmigasHace años nuestros padres y muchos de nosotros fuimos niños dominados con sólo una mirada. Tras un mal comportamiento, ésta era la señal irrefutable de que, más temprano que tarde, vendría un regaño marca ACME, un castigo o una tunda memorable, sin tener piedad con el instrumento de tortura, llámese chancla, mano, cinturón, cable de la plancha, vara de castigos o cualquier otro.

En ese entonces los padres tenían bien claro quién mandaba en casa y la idea de la amistad papá e hijo era rarísima o francamente, un sueño de opio.

En cambio ahora, estamos tan desesperados por no perder «popularidad» y control sobre nuestros hijos, que buscamos vernos cool, súper comprensivos y hasta amistosos.

La pregunta es, ¿debemos «hacernos amigos de nuestros hijos»? Suena bien para ganarnos su confianza, sin embargo, puede ser un arma de dos filos si no sabemos manejarlo con límites y roles de autoridad clarísimos. Veamos el lado positivo.

Antes que nada, los niños deben tener perfectamente entendido que nosotros somos los padres, es decir, somos guía, experiencia y control en casa. Partiendo de ahí, ya podemos hablar de «Papicuatismo», «DadFriendZonismo» o como quieran llamarle.

Tomemos la iniciativa

Esta «buena onda» debe comenzar por nosotros, especialmente en la preadolescencia, modificando progresivamente la relación, yendo de sólo dar órdenes a pedir la colaboración de los chicos, exponer comportamientos inadecuados sin criticar y bajarle a los regaños; es decir, tratarlos más como mayores responsables, escuchando y tomando en cuenta sus opiniones, para que se sientan validados.

Además, como en cualquier amistad sana, debemos pedir correspondencia mutua en el respeto, la confianza y confidencialidad.

Confío en ti

¿Quieren que los niños nos abran la puerta? Ganémonos su confianza, confiando en ellos. Sí, hagámosles ver que les creemos, los comprendemos y los escuchamos con atención y, que la confianza no debe traicionarse nunca, ya sea divulgando secretos o usando información que ellos nos han confiado o viceversa.

Tip: Si un día los chicos nos cuentan de un niño o niña que les gusta, oigamos su historia sin interrumpir y luego, contémosles nuestra propia experiencia a su edad con una situación parecida. Seamos precisos en detalles, los niños aman las historias y así podrán ver que nosotros también vivimos cosas así.

Y no nos hagamos los locos, nosotros también debemos confiar algunas cosas a nuestros hijos: preocupaciones, planes, broncas de la familia, etc. Así ellos verán que no hay tabúes en casa y que creemos en su madurez para entender ciertos problemas.

Incondicionales

Si estamos en plan amigos, entonces aplica el «dando y dando» o el «yo pongo de mi parte, tú igual». Ejemplo: Si un día le pido a mi hijo que me acompañe al doctor porque me siento fatal; es más probable que acepte y pierda una invitación a una fiesta, si recuerda que alguna vez, él me pidió que lo llevara a una reunión lejísimos y yo acepté sin bronca, a pesar de que yo también tenía un compromiso al que quería ir.

Respetemos momentos y espacios. No es imperativo que siempre nos cuenten todo y al instante de que les sucedió.

Mejor hagámosles ver que si quieren platicar, estamos disponibles para oírlos cuando estén listos; no los acosemos ni seamos indiscretos. Cada quien elige cuándo, cómo y dónde. Aquí el triunfo reside en que al final del día nos cuenten las cosas, no la velocidad con que lo hagan.

Sí, lo acepto

Tomando en cuenta que están creciendo, la conversación también debe cambiar. Las críticas y correcciones deben modificarse por argumentos y discusiones con diálogo abierto.

La humildad de reconocer la razón y errores del otro, debe estar presente sin que se anule jamás nuestra autoridad ni el respeto hacia nosotros.

Y aunque suena peligroso «empoderar tanto a los chicos», confíen en que ellos también saben reconocer y aplaudir a un padre que con muchos hue…, se traga su orgullo y acepta que la cagó.

Siempre hay un límite

Que los niños no se confundan, no somos cuates de madrazo en la espalda, ni dejamos de llamarnos papá o mamá para convertirnos en «wey» o «cabrón», ni mucho menos somos sus brothers de la escuela; porque una cosa es ser comprensivos y otra ponerse al mismo nivel o pasarse los límites por el arco del triunfo.

Aceptémoslo, no hay padres perfectos ni hijos perfectos; pero juntos vamos aprendiendo de los aciertos y errores y, como todo, esta aventura, lleva un tiempo para llegar a un final feliz (y conste que nunca dije que fuera fácil)

«Cuando te duela mirar hacia atrás y te de miedo mirar adelante, mira a tu lado, ahí estaré yo» Anónimo

Por último, les comparto varios artículos relacionados con el día del Amor y la Amistad que el grupo Blogueras Mx, hicimos con mucho cariño para ustedes.

Especial de San Valentín de otros blogs:



11 respuestas a “Ser «amigos» de nuestros hijos ¿súper idea o gran error?

  1. En mi caso yo crecí con unos muy «modernos» papás de los 70’s que aplicaban todas las sugerencias que haces arriba. A mi jamás nadie me levantó la mano, como jamás se la he levantado yo a mis hijos. Creo que es muy importante hacerles crecer con la certeza que su opinión cuenta, desde que son chiquitos… pero como bien mencionas, siempre teniendo y dejando muy claro que uno es el padre y la figura a seguir. Como me dijo mi madre cuando me embaracé: tengan pocas reglas, pero que esas nunca se rompan. Y por supuesto, uno es quien hace esas reglas, y no hay negociación al respecto.

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